Ambos forman el método más utilizado, en la práctica, para disponer los efluentes de tanques
sépticos. Las zanjas son excavaciones poco profundas (0,3 a 1,50 m ), generalmente horizontales,
aunque algunas recomendaciones, señalan la conveniencia de pendientes longitudinales entre
0.002 y 0,03; estrechas (0,3 a 0,9 m ), en las que el fondo se rellena con grava unos 15 a 30 cm,
sobre el que se coloca una línea de tubos perforados y a junta abierta como sistema de
distribución.
Alrededor del tubo y por encima de este se coloca otra capa de grava o piedra picada
de tamaños variable entre 20 y 60 mm, sobre la que se crea una barrera o capa de material
semipermeable que retiene las partículas del suelo del relleno final de la zanja, impidiendo que
estas penetren en la capa de grava.
Tanto el fondo como las paredes de la zanja constituyen las superficies de infiltración.
los lechos difieren de las zanjas en que son más anchos (más de 0,90 m ) y que contienen más de
una línea de tubería de distribución. En los lechos es el fondo la principal superficie de
infiltración.
En el diseño de estos sistemas es necesario tener en cuenta, la reducción de la razón de
infiltración, producto del desarrollo de la capa sellante adherida al suelo; así, para el cálculo del
área de infiltración se toma la conductibilidad hidráulica del suelo cubierta por la capa adherida y
el flujo medio diario del agua residual a disponer.
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